lunes, 1 de octubre de 2012

MARY KING'S CLOSE



¿Quién, pequeña Annie,
viene hoy a inquietar ese sueño
por tantos años escondido
en tu agujero de Mary King’s Close?


Miles de juguetes apilados,
como  ofrendas florales
que habitan un altar sagrado,
no han logrado hacerte renegar de
tu olvidada muñeca de trapo.
Tu señera, tu apiadada compañía.
Ese pequeño espantajo que adornabas
con harapos, más rancios, si cabe,  que los
que acostumbraban a vestir tu cuerpo
minúsculo, entumecido.

Niña de triste cara enferma, el amor
por  lustros de los extraños, de los curiosos,
no ha conseguido aplacar tus lamentos.
En  tu última noche,
la burda máscara de la peste logró
llevarte de la mano a través
de laberintos incontables,
habitados por sombríos espejismos,
largos pasillos en los que quedó desdeñado
tu inseparable títere.
Y tras ellos esperaba el recuerdo
de una corte de pulgas y ratas,
viejas compinches de juegos pasados,
para erigirse en la más singular
de las comitivas fúnebres.

A veces no es necesario morir del todo
para sentir la húmeda y asfixiante soledad
de Annie en el callejón de Mary King.
Basta con morir un poco cada día,
entre los muros de una piel yerma
que se empeña en hospedarnos
 como única residencia.
© Juana Fuentes G.

2 comentarios:

  1. Te voy leyendo y observo tu estupenda y rápida progresión en estos meses. En este poema parece que te hayas calzado con las botas de siete leguas. Enhorabuena, me ha encantado.

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  2. Mil gracias Ramón. Ya sabes que valoro enormemente tu crítica (que por cierto, sólo pones en práctica cuando es positiva).
    Me impresionó tanto la ciudad subterránea de Edimburgo que volví envuelta por completo en esa historia..Y tenía que escribirlo.

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