lunes, 19 de noviembre de 2012

LAS SIMIENTES NUEVAS


Vuélvete si te mudas viejo.
Y si en el empeño algo te conmueve
coge ese instante con los puños
hasta que penen tus huesos,
porque ya no es el tiempo
de cosechar con las manos abiertas.

Si sembraste semillas
que perdieron sus huellas
vuelve a esparcir las simientes.
Pero abre esta vez las manos,
para que de ellas se deslice el trigo
con el que otras manos
puedan cobijar un pequeño pájaro.

No porque te sobre o
porque en las tuyas no quepa,
sino  sólo porque hace  tanto frío
en estas horas en que ya todo es final y tristeza.

© Juana Fuentes


lunes, 12 de noviembre de 2012

In the mood for love

"Antiguamente, si alguien tenía un secreto que no quería 

compartir, subía a una montaña en busca de un árbol, le

hacía un agujero y susurraba el secreto. Luego lo tapaba con 

barro y dejaba el secreto ahí para siempre”





Él recuerda aquellos años como si mirara a través del cristal

de una ventana cubierta de polvo. El pasado es algo que 

podemos recordar pero no tocar y todo lo que se recuerda es 

borroso y vago.



LOS RECUERDOS BORROSOS

Un tamo acertado abriga ya los cristales
por entre cuyos poros diviso aquellos días
que debieron quedar escondidos.
Pero una imagen solitaria se transforma
en presencia, en una tersa presencia
que se desliza por mis hombros
y se estanca en el trazo invisible de mi cintura.
Ya no quiere abandonarme. Mi voluntad, distraída,
juega con mis piernas y mis manos, y las doblega.
Encamina mis pasos a través de sendas falaces
anegadas de guijarros, y orquesta mis manos
en melodías arrancadas
a instrumentos llorosos de notas disonantes
que aspiran a templarse.
Y se burla de mis ojos entrecerrados, mecidos
en el hastío del cansancio.

El recuerdo siempre es inconstante.
Y osa rescatar lo que debió quedar protegido
bajo el peso de sueños desahuciados.

© Juana Fuentes 

domingo, 4 de noviembre de 2012

ROSENDE

                   A Francisco Rodríguez


El otoño aún no ha dejado paso
a los gélidos arrumacos del invierno
y los árboles visten sus pámpanos
con lenguas de fuego anaranjado.
Siete por uno, siete.
El niño avanza por el camino empedrado
 y sobre el barro forjado con el polvo
de  la lluvia entrecortada de  Rosende.
Sus pies diminutos se han acolchado
con un taño de callosas tellizas.
Siete por dos, catorce.
Nueve mil setecientos dieciséis pasos
emprenden cada día el extenso trecho
cuando comienza a despuntar el alba,
tantos como son devueltos cuando
los guisos de los fogones abordan
 con su fragancia
las hortensias blancas en los patios.
Siete por tres, veintiuno.
-Mañana tengo que ordeñar la vaca,
padre tiene que ir temprano al pueblo-.
El niño no podrá aguardar a que el gallo
salga al encuentro de su sueño, y
sus manos buscarán en la noche prematura
el néctar de unas ubres impasibles.
Siete por cuatro, veintiocho.
Siete por cinco, treinta y cinco.
Siete por seis, cuarenta y dos.
La lección ha comenzado. Siete discípulos
menos el que aún no ha llegado,
quinientos trece pasos por andar
y una coartada.
El maestro sonríe: como un mudo cuenta
los pasos pendientes, los mismos de todos los días,
los que quedan hasta que un niño jadeante
franquee de nuevo la puerta entornada.
Siete por diez, setenta.

© Juana Fuentes