jueves, 19 de diciembre de 2013

Pájaro desorientado

                                       A Ramón Ataz

Ayer se fue contigo el viento,
se fue por un instante,
pues quiso regresar
y quedarse a mi lado
fijándose a mi piel
como se adosa un soplo tenue
o un ligero y apremiante
escalofrío.

Le pedí que te buscara, 
y que como a un pájaro
te guiara a través del ofuscado universo,
apostado en tu nuca como biblia sagrada
sobre la que yo podría prestar
todos mis juramentos.
Y podréis encontrar, tú y el viento,
antes de que resuelva extinguirse,
ese azul que chispea como un artificio
inventado por la naturaleza
incrédula.
No te aflijas: seguirá siendo el gris
el color de los ojos de tu madre.

Ahora quiero hallar
un pájaro desorientado
y aquietarle el frío con mis manos
inundando de calor su pecho,
mientras hilo con tus poemas
la seda de mis arrinconadas oraciones,
cual oruga que segrega minuciosamente
sus hebras para edificar
su morada con ellas .

© Juana Fuentes




martes, 10 de diciembre de 2013

Para que el viento

Porque te quiero pájaro libre
voy a desmembrar mis manos
y a esconder mis brazos
para que el viento te lleve,
para que el viento te traiga;

para que el viento te arrulle

y más libre, en cada estío, te haga;

para que el viento te lleve
y extienda tus alas,
para que bien alto te vuele 
mientras entreabro mi ventana;

para que, rendido, te devuelva 
a mis otoños buscando
confiado tu jaula;

para que el viento, nuevamente, te traiga.


© Juana Fuentes



domingo, 1 de diciembre de 2013

En la alcoba

Deshazte de esa bata apolillada
que ciñes a tu escuálido esqueleto:
parece caminar deshabitada
como espectro  que  transita indeciso
por la alcoba. Tal vez te sirva
aquella vieja piel de zorro,
la que indemne sobrevive al vapuleo
de las que buscan a codazos
un hueco propio en el armario;
acaso unos zapatos exquisitos
que desplacen a esas leves
zapatillas que apenas pueden
arropar ya tus pies.

Contémplate también en esa tez,
semejante a la de una zanahoria
cuarteada con desgana por el sol.
No te asomes de ella suspendida
a las puertas de teatros y cafés
sin haberla nutrido

con el falso sebo de la espera,
con el aceite que te recuerda

que en cualquier momento vendrá  
un extraño a apostarse en el vano
de tu alma, codiciando festejar
un insulso banquete con ella.

Siempre regresará el dolor con cristales rotos.


Juana Fuentes