viernes, 28 de junio de 2013

El Dios de las pequeñas cosas

Erramos por años, vagabundos olvidados,
contra el tosco cemento de  las calles. 
Decidía nuestra senda un frágil recuerdo,
una cercana sombra agazapada
a la hediondez de nuestra espalda:
orfandad en comunión afligida,
sombra y ser, invitados 
al tenebroso baile 
de las horas oscuras.


Pero el sol un día vino a nacerse en nosotros.
Todo nos sobró. Y de vino
rebosaron nuestros vasos;
las calles remediaron ser aquellos eriales
de antaño para venir a derramarse con  las gentes
que dejaban desnudas  las salas de  las casas.
No volvió la lluvia para anochecer  las frentes
y los ojos; acaso para crecer la carne,
como crece el pan cuando toca la leche tibia.


Y qué pequeñas hoy las grandes cosas de ayer.

© Juana Fuentes




jueves, 13 de junio de 2013

Yo seré poeta

La mañana ha dejado hoy entreabiertos
los huecos. Y los rayos de luz se cuelan
por sus orificios, impacientes, porque
el sol les envía a preguntarme de nuevo
por esos versos que ayer dejé olvidados.

Y de qué modo  me podría excusar
si, al bautizarme, no me otorgaron nombre
de poeta. Cómo ensalzar de este modo
la luz que me deslumbra; las mariposas;
el ruido del agua fresca de un arroyo
o la que viene a lloviznarse en mis ojos
cuando me alcanza sin un viejo paraguas.
Sólo sé escribir acerca de la noche;
también de las horas oscuras del día; 
y de la decadencia. O de la pobreza
de los cuerpos y de esa bilis tan agria
que acostumbra, complacida, a habitarlos.

No me dieron, al nacer, un nombre grato
que, cadencioso, desviara la atención
de mis densas y desgastadas estrofas.
Pero lo sé: un día yo seré poeta,
tan a pesar de  mi nombre,  o de la dicha
que, aun liviana, llegará para alentarme,
cubriéndome mientras ciñe mi cabeza.

© Juana Fuentes



viernes, 7 de junio de 2013

Los viernes

Hoy he visto cómo una paloma
mostraba a su retoño el secreto
de un vuelo silencioso, y lo guiaba.
Le enseñará a no llamar  amor
a cualquier llamarada instantánea
que le remueva, por un segundo,
el vientre, o le anochezca sus ojos
de pez entrometido e insensato.

Son días oportunos, los viernes,
para escribir. Qué días tan aptos
para que uno logre comprender
que los recuerdos suelen quebrarse,
que se mudan apenadas sombras
con el paso de las estaciones.
Porque hace ya tanto tiempo, tanto
_ aunque parece que hablo de ayer_,
que fui aquel hálito transparente
que casi  pudiste llamar amor.

No sé qué mueca habré de inventar
tras admitir que fui cristalina
a tus ojos, como el vuelo estéril
de una paloma huérfana, obstinada
en construir su nido en los vulgares
despojos de un tejado cualquiera.

© Juana Fuentes