domingo, 29 de septiembre de 2013

Saldos de sal

Viviste sometido a los estíos, 
deseoso del mar y de su sal, 
de su sabor a roca rancia,
persiguiendo los rastros
que las conchas holladas
esculpen en los limos 
dejados por las olas al marcharse,
cuando se afloja la marea.

E hiciste de los barcos escorados 
tu casa, del horizonte tu patria,
y de tus certezas axiomas  
guardados en botellas 
impacientes por tocar otros dedos.

Presiento que la sal cerosa
de aquellos mares estivales
ha sido el agua bautismal
que cauterizó tus heridas, 
las que te fue dispensando la vida 
en esos ciclos tan irremediables.

Quizá aún queden en tu boca restos
de aquella salmuera. Acaso sea esa sal  
la que habrá de calmar mis sajaduras, 
cuando los poetas románticos 
acudan para inundar el otoño
con versos de amor y esperanza.


© Juana Fuentes




sábado, 28 de septiembre de 2013

2007, agosto


Te fuiste cuando moría el invierno 
y, contigo, la luz imaginaria 
que solía atravesar la linfa transparente 
de  mis arroyos. 

Se marchitó la primavera,
apresurada,
igual que se marchitan
los pétalos esquivos
de las flores efímeras y huérfanas 
y de las flores sin aroma.
No llegaron los mirlos a tiempo de elogiar
tan notable estación
con sus ruidosas letanías.

El tórrido calor de agosto
me devolvió nuevamente tu forma:
te pensé caminando lentamente
sobre la ruda arena  de tu playa,
rastreando el lejano perfume  de mi abrazo;
como si, aun cerradas todas las puertas,
deseara seguir ofreciendo a tu columna
el espinoso e ilusorio perfil
de mi regazo para que mi vientre 
pudiera, bajo su peso, fingir
un engañoso sueño.

Dejé depositado aquel agosto 
en mi terca memoria,
mientras vagaba por lugares insólitos
pidiéndole  a  la vida, como Fausto,  
más de lo que, tal vez, la vida me podía dar.

¿Por qué resignarse  a la belleza
de los acasos imposibles?
© Juana Fuentes














Photo: Moki

martes, 24 de septiembre de 2013

Amar en silencio

Amar en silencio es dejar el alma
en depósito a la indulgencia,
contemplar desde dentro
cómo  la  lluvia desdeñable
impacta en los cristales
de las estancias despobladas.

Es un ruido afónico, apartado,
como el que nos acuna al sumergirnos
en el mar y en su hondura mohosa.

O conocer  de la pobreza,
y saber que un día
nos iremos descalzos, 
con los ojos resecos
de un corazón que ya se acostumbró 
a las despedidas; vestidos
sólo por la memoria 
(y su arbitraria inconstancia),
siempre dispuesta  a rescatar 
lo que debió quedar oculto
bajo el peso de sueños desahuciados.

© Juana Fuentes


sábado, 21 de septiembre de 2013

La falacia del silencio

Podría compartir
la falacia de la mentira 
si el silencio no fuese
otra mentira más
y aun más despiadada.
¿Acaso espero que la aurora
me reintegre esa  luz
de la que me despojó la noche?

Cuánta soledad en cada palabra
de esos versos que compendian  mis horas,
sin que nadie venga a exaltarlos
ni a aseverar  lo que en ellos es hondo 
y es cierto.
No sé a quién se dirigen mis arengas,
que como plañir de sirena
se pierden en la soledad
de barrancos tan atezados.

Y es entonces cuando quiero tocar
un silencio rebosante de acasos impíos, 
en el que los secretos sean mi único
cortejo.

© Juana Fuentes


sábado, 14 de septiembre de 2013

Septiembre

                                  

Septiembre viene
con un aroma a hierba rancia.
y a madrugadas  de silencio.

En sus tardes, suspendidas
las cenizas de aquella luz que ayer
me chispeaba
y que ahora yacen, aún candentes,
en el festejo de su ocaso.

Contemplar mis manos vendadas,
que no aprovechan ya como ofrendas
de júbilo y dicha, sino acaso como exiguos aparejos
con que aliviar tu llanto
si no hay a mano otro consuelo.

Septiembre ya es sólo una palabra hueca
como tantas otras palabras,
emblemas sagrados de ayer,
que apenas encuentran hoy
su  auténtica consciencia.

Como si aquella luz y aquellas manos
nunca me hubiesen correspondido,
y su memoria usurpada, cuajada
como una dura piedra
en mi errátil espera.

© Juana Fuentes



lunes, 9 de septiembre de 2013

Ojo por ojo

                         Soy, tácitos amigos, el que sabe 
                                   que no hay otra venganza que el olvido  
                                                                                               ni otro perdón.
                    Soy- Jorge Luis Borges


Invariable, el destino nos pretende
con su gélido abrazo;
rastrea como una hiena 
en el hedor que el miedo ha cincelado 
en los recuerdos 
que ya inhumó nuestra memoria.

Qué innoble este destino,
que a veces nos traiciona.

Cómo intuir _ si no nos advirtió Dios _ 
que querría la vida resarcirse
de una culpa imaginaria o una deuda
inventada. Y cómo evitar, entonces,
agitarnos contra el odio que habrá
de injertarse, por caprichoso arbitrio,
como oblea bendita en nuestro pecho.

Quizá aflojamos tanto la costumbre
de esperar que la  iniquidad pudiera
anegar los campos, que ahora, en medio
de la desolación, nada nos queda
sino  fingir esperanza. Y acechar,
acaso, el regreso de aquella ley primitiva
en la que alguien, alguna vez, halló
un pertinaz consuelo.


© Juana Fuentes