Sobre la mesa desgranaba el pan
mientras con pulcra lentitud
se llevaba los trozos a la boca.
Un rebozo de fría
provocación envolvía sus ojos
sin que en ningún momento los desviara de mí.
Las migajas quedaban esparcidas
en el mantel debajo de sus manos
con ligero descuido,
y yo no dejaba de imaginar
que lo que yacía sobre la mesa
bajo el ángulo poliédrico de su mirada,
debajo de sus manos,
derramada y deshecha
en multitud de restos de distinto grosor,
era mi alma.
Juana Fuentes
Me deja sin palabras la lectura de tus poemas.
ResponderEliminarMagnífico!.
GRACIAS.
(Nunca es tarde para descubrir las verdaderas joyas)
Te sonrío con el Alma.
Mil gracias. Un placer leer tu comentario.
EliminarUn saludo.